REDENCION
Relato basado en hechos reales
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán
Historias de milagros reales
La prosperidad y la felicidad de su familia era envidiable tanto, que comenzó a generar malos pensamientos y sentimientos negativos en su entorno. Su comadre Alicia Gómez continuamente la visitaba para darse cuenta de cómo le iba a su comadre. Ella era una mujer amargada y ruin que se satisfacía con el dolor y las penas ajenas. Y el coraje que le tenía a su comadre era tal que comenzó a conspirar en su contra a través de la brujería y esoterismo con figuras y deidades paganas que, según ella le proveerían de riqueza y la protegerían de sus enemigos.

Poco a poco comenzó a imitar la vida de Elena. Emprendió el negocio de la ropa ayudada por su comadre, la cual le tenía confianza a pesar de las malas referencias que tenia de ella. No le interesaban los chismes. Además ella era buena con su familia y le ayudaba en lo que podía. La desgracia comenzó a llegar a la familia de Elena cuando su esposo, Don Remigio sufrió un accidente en una obra en la que trabajaba. Un descuido lo hizo caer de una altura de veinte metros quedando gravemente herido. Desafortunadamente el hombre murió por las heridas dejando sola a Elena y a su hijo. A su lado estuvo todo el tiempo su comadre Alicia, que la compadeció y la apoyó el día del funeral; pero la realidad es que la odiaba tanto que sentía una satisfacción enorme al verla llorar por su esposo perdido y daba gracias a sus deidades que le hicieron el “milagro” de quitar del camino a Don Remigio, para así comenzar a dañar a su comadre vulnerable.
La desgracia de la perdida aun no terminaba, cuando un incendio ocurrió en el local de la señora Elena y para agravar la situación, recién había llegado de hacer compras y la mercancía estaba en su totalidad en el negocio. Por lo que las pérdidas que tuvo fueron totales. Asolada y sin saber qué hacer, se hundió en la depresión por la situación; mientras su comadre la apoyaba con algo de dinero y le ofreció su propio local para que vendiera algo. Agradecida, Elena le tomó la palabra y trató de salir de nuevo adelante, ante los sentimientos de regocijo de Alicia por la terrible situación que pasaba su comadre; pero aun no era suficiente, quería verla sufrir mucho más, antes de destapar sus cartas y quitarse la máscara.
Doña Elena no era devota de nada en ese momento. Era de religión católica por que sus padres la habían bautizado así y le inculcaron la fé en la virgen y en Jesucristo; conforme creció se fue olvidando de sus creencias y creía mas en el trabajo y las cosas obtenidas por la preparación; no era supersticiosa; pero dados los acontecimientos y los malos consejos que su comadre le daba, la comenzó a involucrar en prácticas esotéricas y no solo eso; la llevó con la señora que le hacia los trabajos de brujería que irónicamente eran dirigidos para dañarla. Así que la conspiración para destruir a Elena se completaba, al dominar su vida y obra. Lejos de mejorar su situación emocional, empezó a tener pesadillas horribles que la ponían en alerta y deprimían aun mas. Comenzó entonces a descuidar su salud, su hijo y su pobre negocio. Por mas brujerías y riegos que hacía, su situación no cambió y la llevó a enfrentar cuadros de depresión que la encerraban en su casa por días, para agravar la situación, perdió su casa por las deudas que ya no pagó su esposo fallecido. La comadre al ver esto le ofreció su ayuda y la llevó a vivir a su casa en donde estuvo a merced del carácter déspota y el daño psicológico que le ocasionaba la envidia y el odio que le producía su comadre y el carácter irascible de esta. Estando en el fondo, sufriría un golpe más. Su hijo tuvo un accidente: regresaba de una práctica de futbol cuando un camión de transporte público lo atropelló y lo dejó severamente herido de su cabeza y en coma.
El caos en la vida de Elena era insoportable, sin dinero para la atención de su hijo, sin casa, sin esperanzas en el futuro y sin nada en que creer. Le pidió entonces dinero prestado a su comadre para atender a su ahijado y esta al verla rendida y en la ruina total, Al fin se mostró quien realmente era. Detrás suyo estaba la bruja que le había ayudado a perjudicar a la señora, fumaba un cigarro mientras veía y escuchaba como le revelaba la verdad a Elena sobre el daño que le había causado su comadre. No podía creerlo todo el tiempo estuvo viviendo con el enemigo y nunca se dio cuenta. Antes de que pudiera reclamarle algo, la arrojó a la calle y tiró todas sus cosas. La horrible verdad que se le había presentado a la señora era algo que no podía soportar, Traicionada por la que pensaba era su mejor amiga y confidente y quien en múltiples ocasiones la había ayudado, era imposible; pero era cierto. Decidió entonces suicidarse. Caminó un buen tramo desde el hospital hasta un puente en donde comúnmente las personas se arrojaban para salir de sus problemas por la puerta falsa del suicidio. Arrastrando los pies, los ecos de dolor en la cabeza de Elena retumbaban y le impedían pensar con claridad. Era todo y acabaría con su vida horriblemente miserable.
Al llegar en medio del puente. Miró al horizonte y sintió el golpe del aire en el rostro, observó detenidamente al fondo y vio el rio contaminado donde caería. Pasaron quizás veinte minutos y antes de arrojarse su ultimo pensamiento fue:
“Virgencita cuida a mi hijo y recíbeme en tu seno…”
Cuando estiró la pierna para arrojarse por el puente, unos fuertes brazos la agarraron y la arrojaron al pavimento en donde se golpeó. Aturdida vio con sorpresa que un hombre la veía con preocupación. Era un trailero que se había detenido para evitar que la señora se arrojara. Casi sin poder creerlo, comenzó a sollozar amargamente su fallido plan y el horrible destino en el que estaba condenada. Sintió unos brazos cálidos y delicados que la abrazaron; era la esposa del trailero que había bajado del camión a ayudarla y consolarle. Luego de un rato de platicar sus infortunios, la mujer le dijo que no perdiera la fe y que tuviera confianza en la virgencita de Guadalupe a la cual ambos irían a verla. La invitaron pues a acompañarlos; pero recordó el estado de su hijo y regresó a su lado. Antes de despedirse la esposa del trailero le regaló una medalla con la virgen y antes de irse le dijo :
“Recele, es muy milagrosa. Arrepiéntase y prométale que seguirá su camino…”
Dicho lo anterior. Ambos continuaron su marcha. La señora Elena pensando en todo lo que acababa de suceder, reflexionó un poco y pensó en todo lo que había pasado en su vida. Las perdidas y las traiciones sufridas. Se dirigió entonces a la catedral de la ciudad y entró con pena y miedo, buscó el altar de la virgen de Guadalupe y se arrodilló dejándose caer por el peso de sus amargas penas. Entonces se dio un dialogo entre la mujer y la virgen, en donde le platicaba el dolor y la amargura. El camino que tomó alejándose de Dios y le pidió perdón. Después colocando la frente en el piso, le rogó que su amor de madre milagrosa le sanara a su hijo que era lo único que le quedaba y no quería perderlo. Le prometió su salud y su vida. Con toda la fé que le quedaba rezó entonces por un milagro.
Salió de la iglesia aun con el corazón en la mano y se dirigió al hospital en donde atendían a su hijo, el cual aun seguía en el coma. La señora Elena tan solo se recostó a un lado de su vástago y se quedó dormida. Seria de madrugada y despertó por el frio que hacía, el clima del hospital estaba demasiado helado y salió del cuarto a buscar alguna manta o cobija para tapar a su hijo. Luego de conseguir una sábana vieja y percudida que era lo único que tenía el hospital. Regresó a la habitación y lo primero que notó al entrar fue un olor peculiar. Un aroma fresco y delicioso que la tranquilizó y la llenó de energía y esperanzas; eran rosas frescas; el perfume de rosas que la invadió por completo y la enervó. Cerró los ojos y comenzó a orar con devoción, derramando lágrimas. Después de orar, tapó a su hijo y dormitó de nuevo. Al día siguiente sintió que le acariciaban el pelo y al levantar la mirada vio con una enorme sorpresa, que su hijo la veía sonriente. Luego de abrazos y besos, los doctores examinaron al joven y descubrieron que el traumatismo cerebral y la hinchazón habían cedido, recuperándose completamente de la lesión. Imposible, aquel milagro que constataron los doctores quedó asentada en el expediente del muchacho como “recuperación total de las lesiones por causas desconocidas”.
Luego de salir del seguro, la señora Elena y su hijo se dirigieron a la catedral a dar gracias por el milagro recibido. Aun estaban en situación de pobreza y sin nada, sus cosas se habían perdido luego de que la comadre las arrojara a la calle. Sin donde vivir y sin que comer. Pensaron en pedir limosna a los transeúntes o en los camiones para poder sobrevivir. Sentándose en la plaza y abrazándose comenzaron a llorar y aceptar su destino; estaban vivos y sanos era lo más importante y tenían la ayuda divina. Al menos así pensaba la señora Elena. Sus deseos de pronto se hicieron realidad cuando abordaron el primer camión para pedir ayuda. En la parte trasera del asiento venia una mujer que había sido clienta de Elena tiempo atrás y al verla la reconoció y le llamó para que se sentara junto a ella. Luego de platicar toda la situación por la que había pasado. La señora invitó a Elena y a su hijo a quedarse con ella, en lo que hallaban donde acomodarse. Esa ayuda prácticamente les había caído del cielo. La señora era una mujer mayor sola y no tenia parientes cercanos por lo que la compañía le vendría bien.
Elena comenzó de nuevo con la bendición de Dios y la Virgen a la que se encomendaba todos los días y le daba gracias por la oportunidad de vivir un día mas y salía a vender a la calle por catalogo. Poco a poco recobró a sus antiguas clientas, haciendo demostraciones de productos y vendiendo de casa en casa. Su hijo comenzó a ir de nuevo a la secundaria después del año perdido y comenzaron a rentar un cuarto, aunque con el tiempo regresaron a vivir con su benefactora para cuidar de su salud que irremediablemente la llevó a la tumba; pero antes le heredó su casa y un dinero que tenia ahorrado a Elena y su hijo. Eso la catapultó y comenzaron a tener una vida digna y feliz después de todo el infierno que habían pasado, con el tiempo el joven se recibió de ingeniero y Elena abrió varios negocios de ropa y comida que le permitían vivir con decoro.
Tiempo después en uno de los viajes que hacía para surtir ropa, le tocó de compañera una mujer con la que continuamente se encontraba y viajaban juntas en el pasado. Le comenzó a platicar de su vieja comadre y de cómo le estaba yendo. Sintió curiosidad y escuchó la historia que le contó aquella mujer. Su comadre había tenido un accidente en su casa, al tener un sinnúmero de cosas y líquidos esotéricos inflamables, por un descuido ocurrió un incendio que consumió todo y la dejó lisiada, perdió las dos piernas en la quemazón, y se quedó con marcas horribles de quemaduras en todo su cuerpo y rostro; ciega de un ojo e imposibilitada para hablar. Condenada a andar en silla de ruedas, vivía de arrimada con unos parientes que la explotaban y la obligaban a pedir limosna en las calles, su aspecto desagradable daba lástima y perturbaba a quienes la veían. Al escuchar esto Elena sintió pena por su comadre y pidió a Dios para que encontrara la paz y sufriera lo menos posible.
La última vez que vi a la señora Elena, vestía un elegante vestido de lentejuelas y un maquillaje perfecto de salón al entregar a su hijo en el altar en la iglesia de San Juan Bosco en la ciudad de Madero, La alegría y la dicha que trasmitía por el orgullo de ver a su hijo realizado y feliz era contagiosa, sobre todo para los que de algún modo conocimos su historia de dolor y redención que la virgen de Guadalupe tuvo con ella. Fui testigo de ese milagro y puedo afirmar que el amor de Dios que tiene para sus hijos es infinito.
~Eduardo Liñán
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La prosperidad y la felicidad de su familia era envidiable tanto, que comenzó a generar malos pensamientos y sentimientos negativos en su entorno. Su comadre Alicia Gómez continuamente la visitaba para darse cuenta de cómo le iba a su comadre. Ella era una mujer amargada y ruin que se satisfacía con el dolor y las penas ajenas. Y el coraje que le tenía a su comadre era tal que comenzó a conspirar en su contra a través de la brujería y esoterismo con figuras y deidades paganas que, según ella le proveerían de riqueza y la protegerían de sus enemigos.
Poco a poco comenzó a imitar la vida de Elena. Emprendió el negocio de la ropa ayudada por su comadre, la cual le tenía confianza a pesar de las malas referencias que tenia de ella. No le interesaban los chismes. Además ella era buena con su familia y le ayudaba en lo que podía. La desgracia comenzó a llegar a la familia de Elena cuando su esposo, Don Remigio sufrió un accidente en una obra en la que trabajaba. Un descuido lo hizo caer de una altura de veinte metros quedando gravemente herido. Desafortunadamente el hombre murió por las heridas dejando sola a Elena y a su hijo. A su lado estuvo todo el tiempo su comadre Alicia, que la compadeció y la apoyó el día del funeral; pero la realidad es que la odiaba tanto que sentía una satisfacción enorme al verla llorar por su esposo perdido y daba gracias a sus deidades que le hicieron el “milagro” de quitar del camino a Don Remigio, para así comenzar a dañar a su comadre vulnerable.
La desgracia de la perdida aun no terminaba, cuando un incendio ocurrió en el local de la señora Elena y para agravar la situación, recién había llegado de hacer compras y la mercancía estaba en su totalidad en el negocio. Por lo que las pérdidas que tuvo fueron totales. Asolada y sin saber qué hacer, se hundió en la depresión por la situación; mientras su comadre la apoyaba con algo de dinero y le ofreció su propio local para que vendiera algo. Agradecida, Elena le tomó la palabra y trató de salir de nuevo adelante, ante los sentimientos de regocijo de Alicia por la terrible situación que pasaba su comadre; pero aun no era suficiente, quería verla sufrir mucho más, antes de destapar sus cartas y quitarse la máscara.
Doña Elena no era devota de nada en ese momento. Era de religión católica por que sus padres la habían bautizado así y le inculcaron la fé en la virgen y en Jesucristo; conforme creció se fue olvidando de sus creencias y creía mas en el trabajo y las cosas obtenidas por la preparación; no era supersticiosa; pero dados los acontecimientos y los malos consejos que su comadre le daba, la comenzó a involucrar en prácticas esotéricas y no solo eso; la llevó con la señora que le hacia los trabajos de brujería que irónicamente eran dirigidos para dañarla. Así que la conspiración para destruir a Elena se completaba, al dominar su vida y obra. Lejos de mejorar su situación emocional, empezó a tener pesadillas horribles que la ponían en alerta y deprimían aun mas. Comenzó entonces a descuidar su salud, su hijo y su pobre negocio. Por mas brujerías y riegos que hacía, su situación no cambió y la llevó a enfrentar cuadros de depresión que la encerraban en su casa por días, para agravar la situación, perdió su casa por las deudas que ya no pagó su esposo fallecido. La comadre al ver esto le ofreció su ayuda y la llevó a vivir a su casa en donde estuvo a merced del carácter déspota y el daño psicológico que le ocasionaba la envidia y el odio que le producía su comadre y el carácter irascible de esta. Estando en el fondo, sufriría un golpe más. Su hijo tuvo un accidente: regresaba de una práctica de futbol cuando un camión de transporte público lo atropelló y lo dejó severamente herido de su cabeza y en coma.
El caos en la vida de Elena era insoportable, sin dinero para la atención de su hijo, sin casa, sin esperanzas en el futuro y sin nada en que creer. Le pidió entonces dinero prestado a su comadre para atender a su ahijado y esta al verla rendida y en la ruina total, Al fin se mostró quien realmente era. Detrás suyo estaba la bruja que le había ayudado a perjudicar a la señora, fumaba un cigarro mientras veía y escuchaba como le revelaba la verdad a Elena sobre el daño que le había causado su comadre. No podía creerlo todo el tiempo estuvo viviendo con el enemigo y nunca se dio cuenta. Antes de que pudiera reclamarle algo, la arrojó a la calle y tiró todas sus cosas. La horrible verdad que se le había presentado a la señora era algo que no podía soportar, Traicionada por la que pensaba era su mejor amiga y confidente y quien en múltiples ocasiones la había ayudado, era imposible; pero era cierto. Decidió entonces suicidarse. Caminó un buen tramo desde el hospital hasta un puente en donde comúnmente las personas se arrojaban para salir de sus problemas por la puerta falsa del suicidio. Arrastrando los pies, los ecos de dolor en la cabeza de Elena retumbaban y le impedían pensar con claridad. Era todo y acabaría con su vida horriblemente miserable.
Al llegar en medio del puente. Miró al horizonte y sintió el golpe del aire en el rostro, observó detenidamente al fondo y vio el rio contaminado donde caería. Pasaron quizás veinte minutos y antes de arrojarse su ultimo pensamiento fue:
“Virgencita cuida a mi hijo y recíbeme en tu seno…”
Cuando estiró la pierna para arrojarse por el puente, unos fuertes brazos la agarraron y la arrojaron al pavimento en donde se golpeó. Aturdida vio con sorpresa que un hombre la veía con preocupación. Era un trailero que se había detenido para evitar que la señora se arrojara. Casi sin poder creerlo, comenzó a sollozar amargamente su fallido plan y el horrible destino en el que estaba condenada. Sintió unos brazos cálidos y delicados que la abrazaron; era la esposa del trailero que había bajado del camión a ayudarla y consolarle. Luego de un rato de platicar sus infortunios, la mujer le dijo que no perdiera la fe y que tuviera confianza en la virgencita de Guadalupe a la cual ambos irían a verla. La invitaron pues a acompañarlos; pero recordó el estado de su hijo y regresó a su lado. Antes de despedirse la esposa del trailero le regaló una medalla con la virgen y antes de irse le dijo :
“Recele, es muy milagrosa. Arrepiéntase y prométale que seguirá su camino…”
Dicho lo anterior. Ambos continuaron su marcha. La señora Elena pensando en todo lo que acababa de suceder, reflexionó un poco y pensó en todo lo que había pasado en su vida. Las perdidas y las traiciones sufridas. Se dirigió entonces a la catedral de la ciudad y entró con pena y miedo, buscó el altar de la virgen de Guadalupe y se arrodilló dejándose caer por el peso de sus amargas penas. Entonces se dio un dialogo entre la mujer y la virgen, en donde le platicaba el dolor y la amargura. El camino que tomó alejándose de Dios y le pidió perdón. Después colocando la frente en el piso, le rogó que su amor de madre milagrosa le sanara a su hijo que era lo único que le quedaba y no quería perderlo. Le prometió su salud y su vida. Con toda la fé que le quedaba rezó entonces por un milagro.
Salió de la iglesia aun con el corazón en la mano y se dirigió al hospital en donde atendían a su hijo, el cual aun seguía en el coma. La señora Elena tan solo se recostó a un lado de su vástago y se quedó dormida. Seria de madrugada y despertó por el frio que hacía, el clima del hospital estaba demasiado helado y salió del cuarto a buscar alguna manta o cobija para tapar a su hijo. Luego de conseguir una sábana vieja y percudida que era lo único que tenía el hospital. Regresó a la habitación y lo primero que notó al entrar fue un olor peculiar. Un aroma fresco y delicioso que la tranquilizó y la llenó de energía y esperanzas; eran rosas frescas; el perfume de rosas que la invadió por completo y la enervó. Cerró los ojos y comenzó a orar con devoción, derramando lágrimas. Después de orar, tapó a su hijo y dormitó de nuevo. Al día siguiente sintió que le acariciaban el pelo y al levantar la mirada vio con una enorme sorpresa, que su hijo la veía sonriente. Luego de abrazos y besos, los doctores examinaron al joven y descubrieron que el traumatismo cerebral y la hinchazón habían cedido, recuperándose completamente de la lesión. Imposible, aquel milagro que constataron los doctores quedó asentada en el expediente del muchacho como “recuperación total de las lesiones por causas desconocidas”.
Luego de salir del seguro, la señora Elena y su hijo se dirigieron a la catedral a dar gracias por el milagro recibido. Aun estaban en situación de pobreza y sin nada, sus cosas se habían perdido luego de que la comadre las arrojara a la calle. Sin donde vivir y sin que comer. Pensaron en pedir limosna a los transeúntes o en los camiones para poder sobrevivir. Sentándose en la plaza y abrazándose comenzaron a llorar y aceptar su destino; estaban vivos y sanos era lo más importante y tenían la ayuda divina. Al menos así pensaba la señora Elena. Sus deseos de pronto se hicieron realidad cuando abordaron el primer camión para pedir ayuda. En la parte trasera del asiento venia una mujer que había sido clienta de Elena tiempo atrás y al verla la reconoció y le llamó para que se sentara junto a ella. Luego de platicar toda la situación por la que había pasado. La señora invitó a Elena y a su hijo a quedarse con ella, en lo que hallaban donde acomodarse. Esa ayuda prácticamente les había caído del cielo. La señora era una mujer mayor sola y no tenia parientes cercanos por lo que la compañía le vendría bien.
Elena comenzó de nuevo con la bendición de Dios y la Virgen a la que se encomendaba todos los días y le daba gracias por la oportunidad de vivir un día mas y salía a vender a la calle por catalogo. Poco a poco recobró a sus antiguas clientas, haciendo demostraciones de productos y vendiendo de casa en casa. Su hijo comenzó a ir de nuevo a la secundaria después del año perdido y comenzaron a rentar un cuarto, aunque con el tiempo regresaron a vivir con su benefactora para cuidar de su salud que irremediablemente la llevó a la tumba; pero antes le heredó su casa y un dinero que tenia ahorrado a Elena y su hijo. Eso la catapultó y comenzaron a tener una vida digna y feliz después de todo el infierno que habían pasado, con el tiempo el joven se recibió de ingeniero y Elena abrió varios negocios de ropa y comida que le permitían vivir con decoro.
Tiempo después en uno de los viajes que hacía para surtir ropa, le tocó de compañera una mujer con la que continuamente se encontraba y viajaban juntas en el pasado. Le comenzó a platicar de su vieja comadre y de cómo le estaba yendo. Sintió curiosidad y escuchó la historia que le contó aquella mujer. Su comadre había tenido un accidente en su casa, al tener un sinnúmero de cosas y líquidos esotéricos inflamables, por un descuido ocurrió un incendio que consumió todo y la dejó lisiada, perdió las dos piernas en la quemazón, y se quedó con marcas horribles de quemaduras en todo su cuerpo y rostro; ciega de un ojo e imposibilitada para hablar. Condenada a andar en silla de ruedas, vivía de arrimada con unos parientes que la explotaban y la obligaban a pedir limosna en las calles, su aspecto desagradable daba lástima y perturbaba a quienes la veían. Al escuchar esto Elena sintió pena por su comadre y pidió a Dios para que encontrara la paz y sufriera lo menos posible.
La última vez que vi a la señora Elena, vestía un elegante vestido de lentejuelas y un maquillaje perfecto de salón al entregar a su hijo en el altar en la iglesia de San Juan Bosco en la ciudad de Madero, La alegría y la dicha que trasmitía por el orgullo de ver a su hijo realizado y feliz era contagiosa, sobre todo para los que de algún modo conocimos su historia de dolor y redención que la virgen de Guadalupe tuvo con ella. Fui testigo de ese milagro y puedo afirmar que el amor de Dios que tiene para sus hijos es infinito.
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