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Historias reales de terror Apodaca, Nuevo León

COMPAÑIA

Hace algún tiempo mi familia y yo vivíamos en Apodaca, Nuevo León y rentábamos el lugar. En aquel tiempo llegó a vivir con nosotros un tío algo extraño y loco que era adorador de la santísima, en el cuarto donde se quedaba, había levantado un pequeño altar en honor a la negra figura de la muerte. En el había objetos raros, además de cigarros, aguardiente, dinero y frutas. Cuando pasaba y platicaba con el, bromeaba diciendo que cuando no tuviera para el pasaje tomaría dinero del altar, a lo que el tío con mucha seriedad y con un gesto severo me decía que no se me ocurriera hacer eso, porque a “la niña” no le gustaba que le faltaran al respeto y mucho menos le robaran sus cosas.

Todo aquello me parecía una tontería y me burlaba de mi tío y sus dichos. Cierta noche, tuve un sinnúmero de pesadillas en donde era acosada por la muerte. Vestida de negro y con el cráneo desprovisto de ojos, su fría sonrisa me inquietaba durante las pesadillas y me perseguía a donde yo fuera, ella siempre estaba ahí, si me escondía de ella, se aparecía detrás de mi, ocasionándome que me asustara y gritara. muchas veces despertaba con el corazón saliéndoseme del pecho ante esas crudas y casi reales pesadillas. Días después saliendo del turno en mi trabajo, llegué a la casa y no había nadie, me fui a la cocina por algo de comer y luego me acosté en un cómodo sillón de la sala a dormir un poco. Me estaba quedando dormida y de pronto siento que alguien se sienta, entre sueños y pensando que era mi mamá, me acomodo en el sillón y percibo que me están observando, empiezo a sentir frio y entreabro los ojos, de nueva cuenta siento que alguien se para del sillón y esta vez abro los ojos y no era nadie. No había nadie en la habitación, ni en la casa, solo la obscuridad y el silencio. Sentí miedo y mejor me salí de la casa a esperar que alguien llegara. El primero que llegó fue mi tipo y le conté lo que me había pasado. En tono serio me dijo que todo eso me estaba pasando por retar a la muerte y que me calmara, que le pediría por mí, para que me dejara en paz. Desde ese día le tengo más respeto a la figura de la santísima. Desde esa vez deje de tener pesadillas y no volví a tener un contacto cercano con ella.

~Eduardo Liñán



MOTEL
Relato anónimo basado en una experiencia real.
Escrito y Adaptado por Eduardo Liñán

Mi esposo trabaja en Ciudad del Carmen, Campeche. Hace unos días tenía que regresar a su trabajo y me propuso hacer algo distinto para despedirnos, por lo que me propuso irnos a un motel para pasar un momento romántico y salir de la rutina. De tal suerte que ese dia fuimos a dejar a los niños con mi mamá y nos enfilamos hacia un hotel ubicado por la unidad deportiva de Madero llamado “El Yate”, compramos unas bebidas, comida y planeamos pasar un buen momento alejados de cualquier problema. Al llegar nos asignaron la habitación numero 1 y al entrar el lugar me pareció ordenado y limpio. Dispuesto para el sexo. Tenía un Jacuzzi y enseguida pensé en las posibilidades y aprovechar las prestaciones exóticas que nos brindaba el lugar. Mi esposo destapó una botella de vino, brindamos y nos despojamos de la ropa entre besos y caricias comenzando un encuentro romántico que duró hasta entrada la noche. Entre plática y bebida, esperamos otro momento para dar rienda suelta a la pasión, así que me paré al baño y comencé a apagar algunas luces para estar a media luz y tener un ambiente mas romántico. Cerré la puerta del baño y me despojaba de la toalla.

Mi esposo bebía una copa de vino y mientras nos besábamos, ambos vimos como la luz del baño se encendió sola y la puerta que estaba cerrada se abrió lentamente, haciendo un rechinido, enseguida se cerró violentamente. En ese momento la excitación de ambos se tornó en incertidumbre y a mí en lo particular me dio un miedo que no logré superar. Mi esposo se paró para revisar que no hubiera corrientes de aire o ventanas abiertas. No había ninguna. Sin saber que hacer o pensar, se nos enfriaron las ganas y decidimos terminar con el momento y vestirnos para retirarnos del lugar. Nunca le encontramos explicación a esa extraña manifestación.

~Eduardo Liñán



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